El 23 de Septiembre de 2015 en La Habana, el gobierno colombiano anunció junto al comandante de la guerrilla de las Farc y Raul Castro, que la fecha en la que se firmará la paz entre las dos partes será a más tardar el 23 de marzo de 2016. Parece mentira.
Varias generaciones, incluyendo la mía, nacieron y crecieron en un país con un conflicto armado. El conflicto con las Farc lleva más de 50 años. Es decir, todos los colombianos nacidos mas o menos desde los años 60s para acá, no sabemos que es vivir en un país sin guerra.
Aunque no sabemos muy bien cuáles serán los efectos políticos, económicos, culturales y sociales de dicha firma, pues muchos de los problemas sociales e incentivos económicos por los cuales el conflicto armado surgió y persiste hasta nuestros días no se han resuelto, creo que los efectos mentales de esta firma y la desmovilización de las Farc son poderosos.
El hecho de cerrar un proceso histórico de largo aliento e imaginar el comienzo de una nueva etapa en nuestra historia es motivo de esperanza. La esperanza que genera el hecho de que como sociedad pudimos llegar a un consenso que abre las puertas a la reconciliación, a un sistema de justicia que se ajuste a las tan complejas características y razones históricas del conflicto y sus actores.
El 23 de marzo será una fecha histórica no por que ahí terminen los múltiples problemas que azotan a Colombia, pero será la fecha en que las nuevas y viejas generaciones de colombianos podremos empezar a imaginarnos y construir un futuro donde la confrontación armada entre ciudadanos de un mismo país no sea normal ni aceptable como forma de hacer política. Donde valoraremos el poder del diálogo y la búsqueda de consensos, donde curemos las heridas que décadas de guerra han dejado en la sociedad.
Ya era hora. Así dan más ganas de regresar a Colombia.